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Recuerdos (página 2)



Partes: 1, 2

" Casa de Socorro: llegan con un hombre
accidentado, los curiosos se arremolinan, las vecinas hablan en
el patio, es Marcelino…¡Mamá, mamá,
traen a papá a la casa de Socorro!, un crió llama a
voces a mi
abuela: es mi tío Matías el mayor de los hermanos
de mi madre. ¿Qué ha sucedido?.- Irrumpió mi
abuela en la Casa de Socorro alarmada. ¿Es usted su
mujer ? ¡
Sí ! ¿que le ha pasado a mi marido? Marcelino
había tenido una disputa en el trabajo,
surgió una discusión, alguien en la estación
del Norte. En la refriega, se había golpeado con los
raíles del tren, en la casa de Socorro no habían
podido hacer ya nada. Mi abuela se quedó en 1925 viuda,
con cinco críos y una mano delante y otra detrás.
Esta situación marcó a
la familia
para el futuro.

Plaza del Puente de Segovia.

El portón de la casa siempre abierto para la
entrada de los carros, dentro los corrales, los arreos, las mulas
y los carros, toda la casa olía al ganado y al
cálido heno. El trabajo duro,
muy duro, nunca se terminaba, no era suficiente con el reparto de
las mercancías, sino mantener todo en orden, los arreos,
las mulas sanas y bien alimentadas, el carro siempre útil.
Mi abuelo era carretero en el Madrid de
principios del
S. XX. Fuera las acacias refrescaban el verano, sombrean cerca de
la plaza, felices los chiquillos corren, gritan, juegan y son
ajenos al drama de la familia. Ahora
hay que empezar a vivir de nuevo. No viví
lógicamente esa situación, me llego de boca de mi
madre, pero a mi también me marco el recuerdo de la muerte de
mí abuelo en esas circunstancias. Abuelo al que nunca
conocí.

Lo recuerdo como si fuera ayer, el primer
pantalón largo: con mis 13 años en el 57 era como
signo de madurez, de hombría, como algo
mayestático. La sensación es difícil de
describir. Atrás quedaba el colegio, las reprimendas de mi
padre, los castigos, el pasillo de la clase que
limpiaba con mis rodillas, y los malditos "tres libros en cada
mano": era el castigo preferido, como el estigma de los malos
estudiantes. Perdí mi infancia, me
sumergí en un mundo de mayores; tuve que aprender a
competir con inusitada rapidez. Años después tuve
que andar el camino anteriormente no recorrido. Hice el
bachillerato, al tiempo que
cumplía el servicio
militar. Durante este tiempo colabore en las clases de
alfabetización. Campo de Reclutas en Colmenar Viejo.
Barracón escuela.
Qué hermosos recuerdos. Más tarde el
Politécnico de San Blas, en qué cumplí otro
escalón en mi formación. Descubrí tarde,
pero a tiempo la ilusión y el deseo por saber. Me
"comí" con avidez inusitada, montones de libros, como el
náufrago que tiene hambre atrasada.

La puerta de la calle la dejé tras de mí.
Caminaba al lado de mi padre. Él iba a ser el embajador en
mi primer día de trabajo. Mi guía en este nuevo
camino. Recuerdo con claridad inusual el recorrido que hicimos
este día. Atravesamos la plazoleta y nos encaminamos hacia
el Puente de Segovia. Uno de los más antiguos puentes de
Madrid, mandado construir por Felipe II.

Poco antes de mi nacimiento se acabo de reconstruir
después de ser dinamitado en la guerra ,
maldita guerra civil. Bajo sus ocho ojos, el Manzanares
vería pasar los primeros años de mí nueva
vida. Las riberas cubiertas de césped, de un verde
intenso, aplacaban el calor del
incipiente verano, estamos en los primeros días de Junio.
Una espesa y cerrada hilera de setos abrazaba las vías del
tranvía, que surcaban el centro de su piel,
enfilando calle Segovia arriba, hacia la Plaza Mayor, nuestro
destino. Yo miraba calle arriba y me sentía temeroso, la
distancia me resultaba insalvable. Subimos por la calle Segovia,
atravesamos la Calle Linneo, ¡que recuerdos !, ahí
estaba la fabrica de hielo…, ¡ un cuarto de barra
señor !, ese era el encargo de mi madre cada día,
en la cola, siempre una enorme cola, los críos nos
pegábamos por los recortes que saltaban al trocear las
enormes barras. Un olor a amoniaco lo envolvía todo y un
frío casi gélido y agradable en aquella
época del año te acompañaba sin apenas darte
cuenta. A 50 metros la Calle Moreno Nieto, en donde un feliz
día del 44, subido a lomos del verano, llegue en las
primeras horas de la mañana. El verano de aquel año
y yo fuimos hermanos gemelos. Dos bocacalles más y
estábamos en la Ronda de Segovia, ahí, a unos pocos
metros la Parroquia de Santa María de la Cabeza, donde
había tenido mi bautismo. ¿ Qué caprichosas
encrucijadas tiene el destino ? Me cruzaba con mi pasado, donde
llegué, en mi presente y mi futuro, donde también
estaba naciendo. Antes habíamos cruzado el puente sobre
las vías del ferrocarril que morían en el paseo de
Los Melancólicos donde estaba la estación.
Cuántas noches había pasado de guardia mi abuelo
paterno, después de jubilarse de la Guardia Civil. Y
cuánto había mirado para otro lado cuando mi padre
y sus hermanos llegaban con el estraperlo, para poder
quitarnos el hambre a toda la familia. Nunca entendí como
pudo mi padre irse a la guerra con 18 años. Era un
romántico republicano. La Brigada de Ferrocarriles fue su
destino. Por poco casi es su fosa, en un bombardeo cayo herido y
a partir de ahí la epilepsia le persiguió y
maltrato durante toda su vida. ¿ Por qué la
iniquidad de los vencedores?.¿ Les parecía poco los
años en los campos de concentración ? ¿ las
heridas de guerra?, ¿ las llevaría
como un estigma toda la vida ?. ¿ Qué más le
podían hacer ? ¡ le condenaban a no trabajar!. El
titulo de practicante se lo cancelaron y le prohibieron ejercer.
Su pecado era que
lo había conseguido estudiando en el "ejercito rojo". Todo
esto lo fui conociendo en el trascurrir de los años. No
guardó nunca rencor, y así me hizo entenderlo a mi,
de lo cual me siento orgulloso. Mas hoy lo que siento es
repugnancia cuando tantos políticos rememoran cada vez que
tienen oportunidad, aquellos años malditos.
¡Enterrémoslos entre todos de una vez! Con el paso
de los años, se iría haciendo mas conservador.
Quizás las penurias de antaño le hacían
temer perder lo poco que tenia.

¿ Pero si no tenia nada ?. ¿ Qué
podía perder ? ¿ Dónde quedó el
republicano romántico?. Lo habían
domesticado.

Seguimos subiendo sin descanso, mi padre tenia un paso
ligero, como un marchador, como un atleta. Nunca se cansaba y
caminaba a una velocidad,
para mi excesiva, me faltaba el aire.

A ambos lados de la calle, sendos terraplenes
ascendían llenos de hierbajos, cantos y algunos arboles, a
izquierda y derecha. El de la izquierda hasta la Basílica
de la Almudena, con el nicho donde la tradición o la
superstición dice que fue hallada la imagen de la
Santa. El "Almudín", palabra árabe que significa
depósito de trigo. A la derecha, subía hasta las
tapias posteriores del Seminario de
Madrid.

Antes de pasar por debajo del viaducto, tres casas, en
una con la leyenda, "Casa de Postas". Supongo que era el vestigio
de un antigua posada, donde pernoctarían los que al llegar
a Madrid se encontraban cerrada la puerta de acceso. De
ahí el nombre de una plaza que se encontraba aún
distante de donde estábamos: Puerta Cerrada. Dos
años antes de mi puesta en escena en este paraíso
que es Madrid, se había terminado la reconstrucción
del viaducto, de los daños ocasionados en la guerra. Era
el 42. Antes había pasado por mil ideas y proyectos, el
primero de la época de los Borbones, para poder salvar la
vaguada que formaba la Calle Segovia, entre el palacio real y la
Basílica de San Francisco el Grande siguiendo el eje de la
Calle Bailen, el arquitecto Eugenio Barrón, entre 1872 y
1874 construyó una innovadora estructura de
hierro y
madera. Para
ello se habían derruido varias casas y algún que
otro edifico singular, como la Iglesia de
Santa María de la Almudena, las mas antigua de Madrid, y
se dice que Mezquita anteriormente, no seria extraño, pues
años después se descubren la antiguas murallas
árabes de Madrid no muy lejos del mismo lugar que hoy
forman el parque del Emir Mohamed I. El proyecto
definitivo se llevo a cabo durante la II República, las
obras se terminaron en el 1934 Al pasar bajo sus arcos, tuve un
escalofrió, hacia menos de un año había
visto en ese mismo lugar el cuerpo de un hombre bajo las ruedas
del tranvía. Se había suicidado, cosa relativamente
frecuente en la época. El viaducto era la "medicina" a
los problemas de
muchos. Yo lo llamaba "La última puerta". La
impresión perduro en mi cabeza por tiempo, fue demasiado
para un crío de 12 años.

Al fin de nuestro caminar calle arriba, llegamos a la
Calle Botoneras, situada en una de las caras de la Plaza Mayor.
Paralela a la calle de Toledo. Allí estaba la que fue
durante muchos años una especie de templo de mi madurez,
"Casa Felipe Sierra", era una fabrica de licores. Anisados,
aguardiente, licor de hierbas, agua de Self,
zarzaparrilla, etc. Un mostrador alargado en el frente, justo
paralelo a la entrada. La cubierta de estaño,
los grifos dorados, relucientes, parecían como si
estuvieran cubiertos de oro. A derecha
e izquierda, filas de barriles, de todos los tamaños. Tras
el mostrador unos hombres se afanaban en atender a los clientes. Un
chiquillo, no tendría muchos mas años que yo, se
ocupaba en poner orden en los vasos, las botellas, servir, hacia
de todo, era como un peón de brega. Un comodín que
servía para todo. Me llamó la atención poderosamente. Pensé que
así seria el futuro que me esperaba y lo sentía
próximo y sin angustia. Deseaba ser útil a mi
familia y poder aportar algo con mi esfuerzo. Era como sentirme
hombre, en el más estricto sentido de la palabra. ¡
Qué ilusiones de juventud !. En
el centro del mostrador una tetera enorme como de metro y medio y
unos 20 litros de capacidad, no daba abasto a servir te. Mi padre
me invitó a un te y una copa de "suave" , un especie de
aguardiente dulzón y agradable. Para mi fue mi
mayoría de edad. Solo tenia 13 años.

Hoy que una enfermedad incurable me jubiló
apartándome del trabajo, y que los recuerdos se amontonan
en la memoria,
vuelvo al mismo lugar donde empecé mi primer día de
trabajo, la para mi nueva vida. En la misma calle, Botoneras, en
el mismo lugar, hay un bar, mostrador alargado a la derecha, a la
izquierda se ven una serie de sillas y mesas. Las voces que se
escuchan no son las mismas. Los turistas lo llenan, degustando
los manjares que se sirven. Hay tres hombres tras el mostrador.
La "Campana" es hoy su nombre, atrás quedo enterrada con
el paso de los años "casa Sierra". Al ir a traspasar el
umbral, me detengo un instante….., un movimiento
reflejo, era lo qué hacia con mi padre, me detenía
para cederle el paso. Siento como si su figura me
acompañara. Alguna vez leí, qué no se muere
si los que te aman te recuerdan, creo que él sigo
aquí. El olor del té perfuma mi piel y el suave
dulzor del anís embriaga mi paladar.¡ Señor
volví 50 años atrás !… , él hace
más de 20 que ya no me acompaña. Uno de los tres
hombres que atienden detrás del mostrador. Luis Ruiz, se
jubilará en Diciembre de este año 2007.

Es el mismo chiquillo de hace 50 años. Es como si
todo se hubiera detenido en 1957.

 

 

 

Tomás González Santos

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